La niña de las estrellas

por  Laura Aguilar Ramírez

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 La niña de las estrellas


Ruth era una pequeña niña, que miraba cada día las estrellas brillar.
Las veía bajar del cielo hasta su cama y decirle: "buenas noches".

-Cómo eres mentirosa. le decía su mamá Las estrellas no caen del cielo, ni bajan tampoco. Vuélvete a dormir.

La pequeña fué creciendo y ya no se atrevía a decirle a su mamá las extrañas cosas que veía en sus noches.
Después empezó a tener visiones en el día. Y menos se atrevía a hablar.

Las estrellas la seguían...ella se tapaba los ojos.
Dice mi mamá que no existes-les gritaba de vez en cuando.

Las estrellas la miraban burlonas. Se iban por un tiempo, pero después regresaban.
Regresaban justo cuando la nena se enojaba.

Y últimamente la nena se enojaba muy seguido.  Así que su casa refulgía como si fuera foco de Navidad

Un vecino se atrevió a acercarse, a pesar de que se corría la voz de que existía una ogresa viviendo ahí: se decía que se disfrazaba de mujer para aparentar ante los ojos de todos, pero en realidad era una ogresa.

Los vecinos se alejaban ... por aquello de las dudas. Ya sabes... "cuando el río suena, es que agua lleva"

Sin embargo, el fulgor de la casa de Ruth era tanto que alguien se armó de valor, se acercó un poco.
Un gran rugido salió del interior...
-Ay, nanita...es cierto. Existe un gran ogro viviendo ahí.- se dijo el vecino y salió corriendo para no volver.

Los vecinos estaban preocupados porque la luz era muy intensa. Empezaron a circular rumores. Unos pensaban que realmente una ogresa tenía su cueva en ese sitio. Otros, decían que tal vez era una bruja, no los fuera a hechizar. Unos más, decían que había que exorcizar la casa, porque estaba habitada por engendros del mal.

Pero nadie se atrevía a hacerlo. Los gruñidos y gritos que salían apenas te acercabas, eran para dar miedo.

Ruth escuchaba a sus vecinos, pues no tenía otra cosa que hacer más que estar atenta a todo lo que se escuchara, todo lo que pasara.

Mil veces estuvo a punto de gritarles: no tengan miedo, no tengan miedo. Pero era más el miedo a que su madre le dijera mentirosa.
Asi que la pobre Ruth vivía entre estrellas brillantes, entre gritos de su madre y gruñidos de su padre. Y escuchando los rumores que llegaban de la calle.

Ruth pensó entonces escribir una nota: "A quien pueda leerlo. Por favor, no se asusten. Los gritos y gruñidos que escuchan, no son de una ogresa ni tampoco de un demonio: son mis padres"

La lanzó por la ventana con muchos trabajos porque su madre la tiene tapiada con una madera. La pobre Ruth no sabe si es para que nadie se acerque, o para que no entre el sol a su casa. Las manías de su madre aún no las acaba de descifrar.

Tuvo tan mala suerte que el día que lanzó su nota, llovió. Y la lluvia mojó la nota y se borraron las letras.

Ruth esperaba y esperaba que alguien tocara a su puerta, pero nadie se acercaba. A veces le parecía vivir en un cementerio disfrazado de palacio. Porque ella estaba muerta de aburrimiento, su madre muerta también o por lo menos así le parecía a ella, puesto que se levantaba siempre igual; hacía las mismas cosas siempre igual.  Se vestía con el mismo pantalón, parecía como si el tiempo se hubiera detenido en ella.
A veces, le parecía que su mamá era un zombie. Eso era producto de su imaginación o producto de ver tantas horas la tele, porque en su casa no había otra entretención.

Pensó entonces lanzar un globo con el mismo mensaje. El problema era cómo lanzarlo. Su madre tenía las puertas cerradas, Ruth no sabía si era para que ella no saliera o para que nadie entrara, pero ni las ventanas podía abrir sin que su mamá o el guardián de su mamá se diera cuenta.

Asi que mientras se decidía a lanzar su globo, llegó su guardián y lo rompió.

Hasta que finalmente se le ocurrió una buena idea: tomó una de las muchas estrellas que eran sus compañeras, que iluminaban su vida y la puso en la ventana. En ella colocó su mensaje.
Su guardíán no se atrevía a tocar las estrellas, su mamá ni sabía que existían. Asi que le fué fácil hacerlo.

Al pasar, los vecinos vieron la luz que siempre salía de su casa, pero ésta vez un gran letrero se podía leer en el cielo: "No tengan miedo, no vive ningún demonio ni ogresa en ésta casa."

Los vecinos estaban sorprendidos, nunca imaginaron que las estrellas podían bajar del cielo y vivir en la casa de nadie. Asi que la teoría de que una bruja vivía en ésa casa, quedó confirmada. Nada podía explicar lo que sucedía.

Y la pobre Ruth siguió viviendo entre estrellas, entre gritos de su madre y gruñidos de su padre, pero ésta vez entendió una cosa: para la siguiente vez, abriría su hermosa boca para decirle a todos lo que pensaba. Eso de mandar mensajitos como que no funcionaba.

Y pronto, Ruth era una niña normal. Las estrellas del cielo dejaron de bajar. Los gritos de su madre, empezaron a disminuir y los gruñidos de su padre se convirtieron en sonrisas.
Los vecinos dejaron de preocuparse, porque finalmente, las luces dejaron de brillar.
Poco a poco, la idea de brujas, ogresas, demonios fué quedando en el olvido.

Tan sólo una estrellita seguía escondida en el cajón de Ruth... "por si los gritos y gruñidos regresan"-se dijo su ángel guardián-